Gran desilusión sufrí hace unos días, no lo van a creer,
pero me encontraba preparando un banquete, porque cuando yo cocino no preparo
una comida al azahar; no, yo preparo un verdadero festín.
Bueno estaba en ello, cuando sin darme cuenta uno de mis
cuchillos favoritos cortó más de la cuenta y pasó a través de mi dedo.
El corte no fue muy profundo, no necesité puntos ni nada de
eso, pero el problema era mucho mayor que eso. Aquí comenzaría a develarse una
cruel mentira.
Durante toda mi vida fui criada bajo la convicción de que
era una princesa. Sí, una princesa como las de los cuentos. Así me trataron
siempre y como es obvio yo me creí toda la historia.
La gravedad de esto es que bien sabemos todos que la realeza
tiene sangre azul y hoy a mis veintisiempre a causa de un corte en mi dedo acabo
de caer en la cruda realidad, no soy una princesa, mi sangre es roja, tan roja
como la de cualquier humano común y corriente.
¡Dios! No sé cómo podré superar esto, ni cómo podré
enfrentar a mi madre para pedirle una explicación por todas las historias que
siempre me contó, ella junto a mi abuela fueron las que me convencieron de
todo.
Ahora que no soy más que otro mortal en la tierra y no parte
de la monarquía todo se ve distinto, mi futuro acaba de sufrir un cambio
radical que no estoy dispuesta a enfrentar.
Si resultó ser falso que era una princesa, entonces, ¿tampoco
existe el príncipe azul con el que soñé toda mi vida?, ¿cómo se sobrevive sin
la ilusión del hombre perfecto galopando en un corcel que viene a tu rescate? Ese
que te despertará con un tierno beso y te llevará a su castillo.
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