Como un pacto fraternal, existe en este país una extraña
costumbre que nos caracteriza y es la base de muchos de los problemas que
enfrentamos día a día.
Así es, vivo en una sociedad que me obliga a compartir
confesiones y secretos que solo a mí me interesan. Aún no logro descubrir el
por qué de ese extraño afán de contar cosas íntimas y muchas veces a gente
que acabas de conocer.
El asunto es que si no accedes a ello, es como si faltaras
al mayor código de ética existente.
Me cuesta horrores encajar en este sistema. Me fastidia
verme enfrentada a reuniones sociales en las que, sin una copa de por medio, se
acerca a mí una mujer que jamás he visto en mi vida y para entablar
conversación comienza a realizar un verdadero interrogatorio, en extremo
personal.
Comienza con preguntas simples: cómo te llamas (siempre será
vital el apellido, sin él no existes), dónde vives, a qué colegio fuiste, qué
carrera estudiaste, en qué universidad y a qué te dedicas actualmente.
Parece un verdadero examen sociológico; obvio con toda es
información pueden obtener una aproximación sobre tu situación socioeconómica,
redes de contactos, influencias, etc. Estoy segura de que la encuesta Casen (Caracterización
Socioeconómica Nacional) tiene menos preguntas.
No debemos olvidar que existe un reglamento vital, primero
cuentas algo que suene muy personal y así tu interlocutor se sentirá obligado a
someterse a tu cuestionario.
Si aprobaste la primera etapa (segmentación social) puedes
pasar al siguiente nivel, el psicológico; aquí se vienen preguntas del tipo:
eres casada, cómo llevas tu relación, tienes hermanos, cómo te llevas con
ellos, cuéntame sobre tus padres. En este momento cambia de un tono de interés
que mantenía al comienzo de la conversación a uno más compasivo intentando mostrar
empatía por tus vivencias y sentimientos.
Si superas este nivel pasamos directo a uno más íntimo, qué
tal es tu marido en la cama, cómo lo tiene, cuánto dura, con qué frecuencia
tienen sexo, has tenido amantes, aquí la lista de preguntas relativas a la
sexualidad no tiene límites, entonces el tono pasa de compasivo a uno de
complicidad.
Qué les hace pensar que tengo ganas de hablar de esos temas
con una completa desconocida, que entre pregunta y pregunta comienza a hacer
confesiones que de verdad no me interesan y otras que simplemente prefería no
saber.
Se acerca el fin de la noche y me siento totalmente invadida
y violentada con esta conversación, que de paso ha sido escuchada atentamente
por más de un asistente a dicho evento.
Existen tantos temas importantes de los que podemos hablar y
con los que podemos aprender sobre otros infinitamente más interesantes que mi
vida, por qué entonces debo exponerme a una conversación de ese tipo si yo salí
a divertirme y no a ser expuesta bajo el foco interrogador.
Es acaso, que en este país no conocemos otra forma de diversión
que escarbar en las profundidades del cotilleo.
Es como una escalada infinita de poder; mientras más secretos
manejas, más poder tienes.
jajaja muy buena
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