martes, 27 de marzo de 2012

EL AMOR EN TIEMPOS DE FACEBOOK.



No existe mayor expresión de desencuentro que las relacionesbasadas en el contacto virtual.
Todos creen que el mejor invento del mundo fue la creaciónde Facebook, ya que por medio de esta herramienta puedes encontrara amigos y ex compañeros que no veías hace muchos años.
Todos están en la red, solo basta colocar su nombre,presionas buscar y luego tratas de adivinar cuál de las fotos o perfiles queaparecen se asemeja más a tu amistad perdida en el tiempo.
Cierto es que tiene su grado de utilidad, pero la verdad esque se ha transformado en la causante de la mayor cantidad de rupturas deparejas y amistades, obvio, ahora es muy fácil volver a contactar con tus exparejas, ex amantes, antiguos amores platónicos que aumentan su poder en tumente fantasiosa.
Por otra parte dejas de lado a tu pareja, ya que nonecesitas visitarla, ni llamarla como antes, ahora existen los mensajes, toques, videollamadas,etc.
Han visto cuántas veces tenemos cerca a parejas que están sentadasen una mesa y cada uno mira de forma casi obsesiva su teléfono para revisar Facebook, Twitter, Foursquare, WhatsApp, Msn, Viber, Tango, Skype, mail o cualquier medio social que lesentregue información sobre lo que están haciendo sus amigos, en vez dedisfrutar una grata conversación con la persona que tienen en frente, me van aperdonar, pero es PATÉTICO.
Se transforma casi en una competencia por ver quién tienemás interacción con sus contactos virtuales durante la cita.
Nada peor que estar con alguien y escuchar esecaracterístico sonido de alerta que indica que tienes un nuevo mensaje, eslejos lo más mata pasiones que he visto.
Poco a poco nos transformamos en entes y vamos perdiendo la capacidadde interacción real.
Antiguamente los celos en una cita eran basados en algunapersona que miraba mucho a tu pareja o viceversa; hoy basta con que te levantesde la mesa para que tu acompañante tome su teléfono y comience a chatear conquién sabe qué personaje, motivo suficiente para que algunas/os monten unescándalo de proporciones.
Ya nada es seguro, nadie es confiable. Vivimos en uno de lospaíses con mayor tasa de infidelidad de este lado del mundo.
Cómo puedes ir tranquilamente al baño, si sabes que en menosde una fracción de segundo aparecerá un posible contendor a través de ese “inofensivo”aparatito.
Ni hablar de los maniáticos que necesitan comunicar todo loque hacen, piensan, sienten, etc. se dedican a publicar cada uno de susmovimientos, suben a la red su ubicación, con quién están, lo que estáncomiendo, la conversación, la mosca que pasó por el lado y un sin fin de cosasque realmente a nadie le importan.
Muchos tienen varias cuentas de cada medio, una visible afamilia, pareja y amigos, en tanto mantienen otra oculta para conocer gente queestá tan vacía como ellos.
Saben hace cuánto tiempo no recibo una flor, digo una real,es que ahora te las envían por alguna extraña aplicación de estas redessociales, al igual que los abrazos, peluches, etc.
Poco a poco vamos perdiendo la capacidad de sociabilizar sino tenemos un teclado de por medio o una aplicación de emoticones.
Definitivamente el amor en tiempos de Facebook no fue hechopara mí.



domingo, 11 de marzo de 2012

CÓDIGO ANTIÉTICO


Como un pacto fraternal, existe en este país una extraña costumbre que nos caracteriza y es la base de muchos de los problemas que enfrentamos día a día.
Así es, vivo en una sociedad que me obliga a compartir confesiones y secretos que solo a mí me interesan. Aún no logro descubrir el por qué de ese extraño afán de contar cosas íntimas y muchas veces a gente que acabas de conocer.
El asunto es que si no accedes a ello, es como si faltaras al mayor código de ética existente.
Me cuesta horrores encajar en este sistema. Me fastidia verme enfrentada a reuniones sociales en las que, sin una copa de por medio, se acerca a mí una mujer que jamás he visto en mi vida y para entablar conversación comienza a realizar un verdadero interrogatorio, en extremo personal.
Comienza con preguntas simples: cómo te llamas (siempre será vital el apellido, sin él no existes), dónde vives, a qué colegio fuiste, qué carrera estudiaste, en qué universidad y a qué te dedicas actualmente.
Parece un verdadero examen sociológico; obvio con toda es información pueden obtener una aproximación sobre tu situación socioeconómica, redes de contactos, influencias, etc. Estoy segura de que la encuesta Casen (Caracterización Socioeconómica Nacional) tiene menos preguntas.
No debemos olvidar que existe un reglamento vital, primero cuentas algo que suene muy personal y así tu interlocutor se sentirá obligado a someterse a tu cuestionario.
Si aprobaste la primera etapa (segmentación social) puedes pasar al siguiente nivel, el psicológico; aquí se vienen preguntas del tipo: eres casada, cómo llevas tu relación, tienes hermanos, cómo te llevas con ellos, cuéntame sobre tus padres. En este momento cambia de un tono de interés que mantenía al comienzo de la conversación a uno más compasivo intentando mostrar empatía por tus vivencias y sentimientos.
Si superas este nivel pasamos directo a uno más íntimo, qué tal es tu marido en la cama, cómo lo tiene, cuánto dura, con qué frecuencia tienen sexo, has tenido amantes, aquí la lista de preguntas relativas a la sexualidad no tiene límites, entonces el tono pasa de compasivo a uno de complicidad.
Qué les hace pensar que tengo ganas de hablar de esos temas con una completa desconocida, que entre pregunta y pregunta comienza a hacer confesiones que de verdad no me interesan y otras que simplemente prefería no saber.
Se acerca el fin de la noche y me siento totalmente invadida y violentada con esta conversación, que de paso ha sido escuchada atentamente por más de un asistente a dicho evento.
Existen tantos temas importantes de los que podemos hablar y con los que podemos aprender sobre otros infinitamente más interesantes que mi vida, por qué entonces debo exponerme a una conversación de ese tipo si yo salí a divertirme y no a ser expuesta bajo el foco interrogador.
Es acaso, que en este país no conocemos otra forma de diversión que escarbar en las profundidades del cotilleo.
Es como una escalada infinita de poder; mientras más secretos manejas, más poder tienes.